sábado, 12 de noviembre de 2011

los disgustos y la diabetes



En varios lugares mencionamos el estrés como uno de los factores que afectan negativamente nuestra salud y que pueden contribuir al desarrollo de la diabetes o a agravar sus complicaciones. En este capítulo trataremos con más detalle este tema y además veremos algunas de las formas en que podemos combatir los efectos nocivos del estrés.

Nuestra moderna sociedad es una en la que estamos constantemente sujetos a eventos y circunstancias que nos provocan estrés. Problemas en el trabajo, con nuestro cónyuge, la congestión vehicular cotidiana, las deudas en las que impensadamente incurrimos para luego darnos cuenta de que no podemos pagar, todo esto son situaciones que contribuyen a que nos mantengamos en un estado estrés continuo o crónico. Sin embargo, el mecanismo del estrés no está diseñado para activarse continuamente ni durante periodos prolongados, sino más bien para prepararnos para hacerle frente a una emergencia que dure relativamente corto tiempo.

Cuando estamos en un estado de estrés nuestras glándulas adrenales, localizadas en la parte superior de los riñones, segregan una serie de hormonas, entre las cuales se encuentra una llamada cortisol. Una parte de nuestro sistema nervioso conocida como el sistema nervioso simpático segrega otras hormonas llamadas adrenalina y noradrenalina. A su vez el páncreas segrega una hormona llamada glucagón, que tiene unos efectos contrarios al de la insulina. Estas hormonas, en conjunto, tienen varios efectos, entre ellos aumentar los niveles de glucosa en la sangre. El cortisol, en particular, es una hormona que juega importantes papeles en nuestro cuerpo, entre ellas: funciones relacionadas con el metabolismo de las grasas, las proteínas y los carbohidratos; con la regulación de la presión sanguínea, la retención de agua y sales y la actividad del sistema inmunológico.

En situaciones de estrés nuestro cuerpo segrega una cantidad de cortisol mayor de lo normal, con el propósito de producir energía a partir de las grasas y las proteínas, para así, aumentar la cantidad de ésta disponible. Éste es un mecanismo que tiene nuestro cuerpo para enfrentar una emergencia. Ahora bien, los seres humanos tenemos la capacidad de disparar este mecanismo no solamente en casos de emergencia, en los que nuestra vida esté en peligro. Problemas económicos, disgustos repetidos, enfermedades en la familia; estas y otras cosas, pueden disparar el mecanismo del estrés. Más aún, ni siquiera tiene que ser una situación actual, el mero recuerdo o pensar acerca los problemas y situaciones difíciles por las que hemos pasado, pueden disparar este mecanismo.

En nuestra sociedad moderna sobran los motivos por los cuales se activa el mecanismo del estrés. Esto significa, que en lugar de activarlo solamente cuando es realmente necesario para protegernos, lo mantenemos activado una buena parte del tiempo. Bajo estas circunstancias, el mecanismo del estrés se torna dañino a nuestro organismo. El esfuerzo constante de movilizar la energía disponible nos deja cansados, sin energía de reserva y aumenta el riesgo de contraer diabetes para los que aún no la padecen.

La activación crónica del sistema cardiovascular hace que nuestra presión sanguínea aumente. Uno de los efectos del cortisol es que inhibe la secreción de insulina, disminuye la capacidad de la insulina para transportar la glucosa hacia las células, además de hacer que las células se vuelvan más resistentes a ésta. De modo que si estamos en un estrés continuo o prolongado, comenzaremos a ver un incremento en los niveles de glucosa en la sangre. El cortisol, además, ejerce sus efectos sobre las células de grasa a través del cuerpo, haciéndolas resistentes a la acción de la insulina. La insulina, además de su ya conocido rol en la entrada de glucosa a las células, ejerce una notable influencia sobre el almacenaje de las grasas. Las células de grasa, al hacerse resistentes a la insulina, comienzan a segregar hormonas que le envían señales a otras células del cuerpo para que también se vuelvan resistentes a la acción de la insulina. El resultado es un notable aumento, no sólo de la glucosa en la sangre sino también de grasas, que comienzan a dañar los vasos sanguíneos.

Existe evidencia científica de que a medida que envejecemos aumenta la cantidad de cortisol que nuestro cuerpo segrega en respuesta a los estados de estrés. Esto hace que el control del estrés se torne especialmente importante en las personas de edad avanzada.

El estrés también hace que nuestro cuerpo pierda nutrientes. Cuando a causa del estrés suben los niveles de glucosa en la sangre, nuestro cuerpo pone en marcha una serie de mecanismos con el propósito de disminuir éstos. Uno de éstos es la poliuria (cantidad excesiva de orina para eliminar el exceso de glucosa). En este proceso de eliminar líquido del cuerpo, se eliminan también una serie de vitaminas solubles en agua, como la C y las del complejo B. Muchas de estas vitaminas cumplen un importante papel en el control de la glucosa y en la resistencia al estrés, de modo que su eliminación agrava el problema.

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