La primera referencia clínica de lo que hoy conocemos como Diabetes Mellitus se encuentra en el Papiro de Ebers, fechado en el año 1500 a.c. y escrito en Egipto.
En ese papiro además de caracterizarse el cuadro clínico de la enfermedad, ya se hacía referencia a algunas medidas generales para su manejo y control. Los escritos médicos griegos, romanos y árabes también hacen mención del cuadro clínico y manejo de la diabetes.
El nombre “diabetes” se debe al filósofo griego Arateus quien fue reconocido por una profunda sabiduría y amor hacia la medicina.
En su descripción clínica Arateus se refiere a la enfermedad como: ”una maravillosa aflicción, no muy común en hombres, en la cual la carne y los miembros se disuelven en la orina. Su causa es de naturaleza fría y húmeda, como la hidropesía, ya que el paciente nunca deja de formar agua; la corriente es tan persistente como un acueducto abierto. La naturaleza de la enfermedad es crónica, pero la vida del paciente corta, ya que la enfermedad ocasiona la muerte. Más aún, la vida es desagradable y dolorosa, con insaciable sed e ingestión, excesiva de agua, la cual, es desproporcionada a la gran cantidad de orina que se produce. De abstenerse de tomar agua tanto la boca, como el cuerpo se secan y las vísceras se asemejan a las de una persona con severas quemaduras. El paciente presenta náusea, inquietud, sed y en poco tiempo sobreviene la muerte…”
A pesar de las caracterización del cuadro clínico, es hasta el siglo XIX que Bouchardat propone un manejo basado en la alimentación y en el ejercicio como tratamiento para la diabetes. Sin embargo, los resultados de este manejo eran muy poco consistentes y dependían en gran medida de las características clínicas de los pacientes.
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