Según un nuevo estudio publicado en la versión en línea de Diabetes Care, aunque la diabetes afecta a la función sexual de adultos de mediana edad y mayores, no pone fin a la actividad sexual en este grupo de pacientes.
Los hallazgos del estudio, basados en una encuesta de casi 2000 participantes diabéticos y no diabéticos, indican que aun cuando la diabetes altere la libido, la función eréctil y el orgasmo, los adultos de edad avanzada con pareja que padecen la enfermedad siguen teniendo actividad sexual más o menos con la misma frecuencia que las personas que no tienen la enfermedad: casi 70% de los hombres diabéticos con pareja y 62% de las mujeres diabéticas con pareja tienen actividades sexuales un promedio de dos o tres veces cada mes.
La autora principal Dra. Stacy Tessler Lindau, MAPP, FACOG, profesora asociada de obstetricia y ginecología y de medicina en la University of Chicago, Illinois, y sus colaboradores hacen hincapié en que es bien conocida la interrelación entre la diabetes y la disfunción sexual.
Señalan que puesto que los pacientes diabéticos, de un modo similar a otros, pueden titubear a la hora de comentar aspectos relacionados con el sexo, los médicos harían bien en asumir un papel más activo e iniciar las charlas con los diabéticos e identificar problemas sexuales
La encuesta basada en la población fue parte del National Health, Social Life and Aging Project y en ella se evaluó a 1993 adultos de 57 a 85 años de edad. El diseño del estudio comprendió entrevistas en el domicilio, inventarios de medicamentos y determinaciones de las concentraciones de HbA1c.
De los participantes, 47% de los hombres tenían diabetes; casi la mitad estaban al tanto de la enfermedad, la otra mitad no. Casi 40% de las mujeres encuestadas resultaron con diabetes. De nuevo, la mitad de ellas sabía tenían la enfermedad, la otra mitad no.
Los hombres con diagnóstico de diabetes tenían más posibilidades de referir menos interés en el sexo (oportunidades relativas ajustadas [ORA]; 1,72; intervalo de confianza [IC] del 95%: 1,12 a 2,63) que otros hombres y a referir tener más problemas de disfunción eréctil (ORA: 2,52; IC del 95%:1,53 a 4,14).
Las dificultades para lograr el orgasmo eran más frecuentes en los participantes con diabetes y tales dificultades fueron comunicadas tanto en mujeres como en hombres, supiesen o no supiesen que tenían diabetes.
Los autores dicen que este hallazgo indica que las dificultades orgásmicas tienen una tendencia a una etiología predominantemente funcional, más que psiquiátrica.
Las mujeres con diabetes tenían menos posibilidades que los hombres diabéticos (ORA: 0,28; IC del 95%, 0,16 a 0,48) y que las mujeres sin diabetes (ORA, 0,63; IC del 95%: 0,45 a 0,87) de ser sexualmente activos y los diabéticos sin pareja tenían más o menos la mitad de posibilidades de ser sexualmente activos que las mujeres con parejas (33% frete a 62%, respectivamente).
Las mujeres diabéticas, con pareja o sin pareja, tenían considerablemente menos posibilidades que los hombres de haber comentado los problemas sexuales con un médico (19% frente a 47%, respectivamente).
Los autores dicen que esto resalta la necesidad de que los médicos interroguen a los pacientes, sobre todo a las mujeres, en torno a cualquier problema relacionado con el sexo que puedan experimentar.
Las limitaciones del estudio comprenden el tamaño de la muestra, que fue demasiado pequeña para explicar los posibles efectos del medicamento sobre la disfunción sexual en la población encuestada.
La Dra. Lindau y sus colaboradores resaltan la importancia de que el médico tenga presente la actividad sexual continuada y la posibilidad de problemas sexuales y que realicen un interrogatorio minucioso a los pacientes con diabetes y sus factores de riesgo y terminó diciendo: «La atención dirigida a los problemas sexuales potencialmente tratables en los diabéticos de mediana edad y adultos mayores mejorará la calidad de vida así como el tratamiento global de la diabetes».
El estudio fue financiado por el National Institute on Aging, la Office of Research on Women's Health, y la Office of AIDS Research, así como la Office of Behavioral and Social Sciences Research, todos parte del National Institutes of Health, y el National Opinion Research Center de la University of Chicago, Illinois. Los autores del estudio han declarado no tener ningún conflicto de interés económico pertinente
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