Es difícil establecer programas de prevención de diabetes tipo 1, ya que existen problemas para seleccionar las poblaciones de riesgo y no se dispone de medios eficaces de prevención. Por el contrario, y por lo que respecta a la diabetes tipo 2, que constituye el 90% del total, está en nuestras manos evitar su aparición. Son sujetos proclives a desarrollarla aquellos que presentan obesidad y vida sedentaria, especialmente si muestran antecedentes familiares, diagnóstico previo de diabetes gestacional, haber tenido hijos de elevado peso al nacer (más de 4 kg), presencia de hipertensión arterial o alteraciones de los lípidos (colesterol, triglicéridos, etcétera).
Para luchar contra la obesidad resulta fundamental cambiar el “estilo de vida”, modificando la dieta y haciendo de forma asidua ejercicio físico.
Las indicaciones dietéticas deben centrarse en el consumo de una dieta hipocalórica, pobre en grasas saturadas y rica en fibra. Un ejercicio físico recomendable y fácil de cumplir es caminar a paso ligero 30 minutos diarios, cinco días por semana.
Hay resultados prometedores sobre ciertos fármacos en la prevención de la diabetes tipo 2, pero en la actualidad no pueden ni deben ser recomendados.
En el último Congreso de la Asociación Americana de Diabetes, celebrado en junio, pudimos comprobar los nuevos avances en el tratamiento de la diabetes. Así, tenemos el uso de insulina inhalada que, si bien no puede sustituir a la insulina administrada por vía subcutánea, sí puede evitar algún pinchazo de insulina de acción rápida en el diabético tipo 1 ó favorecer la insulinización más precoz en el diabético tipo 2. Se van asimismo mejorando los sistemas de monitorización de la glucosa sanguínea y tisular, a fin de evitar los pinchazos para valorar los niveles de glucosa.
Por último, se han empezado a emplear nuevos fármacos antidiabéticos (incretinomiméticos) para el tratamiento de la diabetes tipo 2 que estimulan la secreción de insulina y pueden favorecer su control.
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