Magnolias de acero, del director Herbert Ross, estrenada en el año 1989. La diabetes aporta gran dramatismo. En una escena una de las protagonistas Shelby, interpretada por Julia Roberts, durante un episodio de hipoglucemia grave, rechaza el zumo de naranja que le ofrece su madre, M’Lynn (Sally Field). Más adelante, vemos a M’Lynn disgustada al saber que su hija está embarazada, contra el consejo de su médico. A pesar de la insistencia de Shelby en que las mujeres con diabetes tienen bebés “constantemente”, su madre no está de acuerdo, insistiendo en que “Hay límites en las cosas que puedes hacer”. Al final de la película, el personaje de Julia Roberts muere debido a una insuficiencia renal de origen diabético.
El Padrino III, de Coppola. El capo de una familia mafiosa tiene diabetes tipo 2. Michael Corleone (Al Pacino) sufre un episodio hipoglucémico durante un momento especialmente estresante de su vida. Michael empieza a necesitar tratamiento con insulina. Finalmente, las lesiones vasculares causadas por la diabetes tipo 2 son probablemente la causa de su muerte, al igual que le sucedió a su padre antes que a él, y como de hecho le sucedió al autor de las novelas originales de El Padrino, Mario Puzo.
Punto de equilibrio, de Ernesto Payslow en 1998, es un ejemplo de “buena práctica” en la representación de la diabetes. Lleva al público los múltiples desafíos a los que se enfrentan las personas con diabetes a través de las experiencias de una serie de personajes que se venafectados de distinto modo: desde los síntomas precoces de la diabetes tipo 1, a través del estigma social y la culpa, hasta complicaciones potencialmente letales.
La habitación del pánico. En esta película la respuesta en la pantalla ante la hipoglucemia no sólo es inexacta, sino que envía un mensaje peligroso: la insulina, por supuesto, reduce la glucemia en sangre. Para una persona con hipoglucemia, una inyección de insulina administrada por un amigo con buenas intenciones pero que no tiene ni idea podría, de hecho, significar “The End”.
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