· Diabetes tipo 1. Se diagnostica con más frecuencia en niños, adolescentes o adultos jóvenes, pero puede surgir a cualquier edad; la causa exacta se desconoce. Los síntomas se desarrollan en un corto período de tiempo, por lo que su diagnóstico puede llegar cuando la enfermedad ya está muy avanzada. No hay forma de prevenirla.
· Diabetes tipo 2. Engloba la mayoría de los casos de diabetes. Por lo general se presenta en la edad adulta, aunque actualmente se está diagnosticando en adolescentes y adultos jóvenes debido a las altas tasas de obesidad. Inicialmente es asintomática, por lo que muchas personas no saben que la padecen.
· Diabetes gestacional. Durante el embarazo, en algunas mujeres no diabéticas se produce una elevación de los niveles de azúcar en sangre, y a veces surge una intolerancia, de intensidad variable, a los hidratos de carbono. A largo plazo puede conllevar complicaciones tanto para el recién nacido como para la madre, y de ahí la importancia de su diagnóstico.
Las noticias que circulan sobre la diabetes, y más en concreto de la diabetes tipo 2, no son precisamente halagüeñas. Se habla, incluso, de "epidemia imparable" -en la actualidad se calcula que afecta a casi un 14 por ciento de los españoles mayores de 18 años-, cuando no de pandemia por su amplia difusión mundial, pero siempre se resaltan sus previsibles y graves consecuencias: desde problemas oculares -incluida la ceguera-, hasta problemas cardio y cerebrovasculares, renales, disfunción eréctil, etc., pasando por úlceras en la piel o los pies que pueden acabar en amputación en los casos más complicados. Toda una amplia gama de trastornos que pueden alterar drásticamente el curso de la vida. Además, se comienza también a registrar últimamente numerosos casos de este tipo de diabetes entre la población infantil, algo hasta hace poco no muy frecuente.
Entre los síntomas de este tipo de diabetes se citan: una visión borrosa, mucha sed, fatiga, micciones frecuentes, hambre constante y pérdida de peso. El factor desencadenante suele ser una muy escasa producción de insulina -la hormona producida por el páncreas para controlar el azúcar en la sangre-, o porque las células pancreáticas no responden con normalidad a la insulina. En otras palabras, estamos ante una enfermedad crónica en la cual los niveles de azúcar en sangre (glucosa) son altos, el cuerpo no puede producir la insulina necesaria o hay una reacción llamada "resistencia a la insulina" o ambos.
Vida saludable
No existe cura para la diabetes; no obstante, el tratamiento de las complicaciones es tanto más eficaz cuanto más precoz es el diagnóstico, y en la actualidad existen varios grupos de fármacos que permiten seleccionar el tratamiento más oportuno para cada paciente de acuerdo con sus características: obesidad, cantidad de insulina que produce su páncreas... Incluso la cirugía bariátrica se perfila como una solución para acabar con la obesidad, que está íntimamente ligada a la diabetes, ya que el 80 por ciento de los diabéticos de tipo 2 tienen también problemas de sobrepeso.En la prevención de la diabetes tipo 2, la práctica habitual del ejercicio físico ocupa un lugar destacado.
En cualquier caso, existe al respecto un tratamiento no farmacológico, y ahí reside la cara buena de esta enfermedad. Según asevera la Fundación para la Diabetes, en la prevención de la diabetes tipo 2, "el remedio está en nuestras manos. La receta se basa en reconocer la importancia de mantener una correcta alimentación y practicar ejercicio físico de forma habitual".
Corrobora este extremo la Federación de Diabéticos Españoles (FEDE), desde donde se difunde el tranquilizador mensaje de que si bien la diabetes es una patología crónica, con un control adecuado no tiene por qué influir negativamente en la calidad de vida de quienes la padecen. Para ello, hay que seguir las pautas indicadas por el equipo médico y en las que es fundamental la colaboración del paciente, pero generalmente son fáciles de asumir. Dichas pautas van directamente encaminadas a mantener hábitos de vida saludables.
¿Y cómo se consiguen mantener esos hábitos de vida saludable?, pues, sencillamente, con formación y educación diabetológicas que implica llevar una alimentación equilibrada, realizar ejercicio físico de forma regular adaptado a cada individuo, es decir, acorde con las características de cada uno, controlar los kilos de más, consumir alimento ricos en fibra, y controlar también la ingesta de proteínas, no sólo las grasas. Hasta ahora, diversos estudios confirman que un buen control de los niveles de azúcar en la sangre, el colesterol y la presión arterial en diabéticos contribuye a reducir las perniciosas consecuencias de la diabetes.
Ejercicio físico
En la prevención de la diabetes tipo 2, la práctica habitual del ejercicio físico ocupa un lugar destacado; además, influye positivamente en la salud psicológica de la persona afectada, debido a que contribuye a disminuir los niveles de ansiedad y aumenta la autoestima y la confianza en sí mismo. Al no haber una recomendación específica sobre qué ejercicios practicar, en este punto conviene dejarse aconsejar por el médico o un especialista en medicina deportiva, que atenderá a factores como la edad, peso, sexo, salud, etc., en función de lo cual hará las recomendaciones o prohibiciones pertinentes en esta materia.
En líneas generales, sin embargo, se recomienda convertir en rutina cotidiana el dedicar a diario o en días alternos, como mínimo media o una hora, a caminar con cierta rapidez, montar en bicicleta, nadar o salir de excursión, todo ello con intensidad moderada, ya que no es conveniente pecar de excesiva suavidad ni de intensidad. alimentación del diabético debe ser variada y equilibrada.
El cuidado de la alimentación
La otra vertiente preventiva de la diabetes tipo 2 viene de la mano del control alimentario, máxime cuando entre los principales factores de riesgo figura el sobrepeso o la obesidad, especialmente si la grasa se acumula en la zona abdominal. El exceso de grasa corporal es un obstáculo para que la persona afectada utilice su propia insulina. En este sentido, son muy importantes las dietas de bajas calorías y sobre todo la mediterránea, restringiendo las grasas, los alimentos proteicos y manteniendo un predominio de alimentos libres de colesterol y más ricos en hidratos de carbono, si bien conviene pedir consejo a su médico.
La alimentación debe aportar una cantidad adecuada de nutrientes esenciales (vitaminas, minerales, ácidos grasos esenciales, etc.), y por ello la dieta debe ser variada. Conviene que los alimentos sean frescos y poco procesados: fruta fresca, cereales integrales, verduras frescas, crudas o al vapor, yogures naturales, etc. Evitar las comidas preparadas de los comercios, bollería y helados industriales, conservas, etc., y leer antes el etiquetado para cerciorarse de sus componentes. Debe prestarse especial atención a los niveles de cromo y zinc, que son críticos para la respuesta insulínica, y vigilar el aporte de sodio en la dieta, pues en exceso es malo para el riñón y la hipertensión arterial.
El azúcar merece un punto y aparte. Durante mucho tiempo ha sido y sigue siendo la bestia negra de los diabéticos. Además, en la actualidad se sabe que el pan y el arroz blancos, los cereales y la bollería industrial son digeridos de forma similar al azúcar, y consecuentemente demandan insulina. Por esta razón, la sugerencia es optar por alimentos menos refinados y con mayor contenido en fibra, como arroz integral, pan de cereales, centeno, etc. Unido a esto, se recomienda también distribuir el desayuno, almuerzo y cena, en cinco o seis comidas diarias, a fin de reducir el impacto del nivel de glucosa en la sangre.